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El amanecer es para los amantes y los panaderos

  • Foto del escritor: Ángela Herrero
    Ángela Herrero
  • 10 dic 2019
  • 3 Min. de lectura

Ella entraba en la panadería sobre las 6:56 y se llevaba un croissant y un café cortado. Siempre lo mismo. Siempre con prisas. Yo ya se lo tenía preparado.

- Con sacarina, por favor, ¡para compensar!

Y salía corriendo por la puerta, tan rápido como había entrado. Los mejores dos minutos del día, sin duda. Poco tiempo después, me enteré de que era actriz y se llamaba Marta. Me sentí un poco como Hugh Grant con Julia Roberts entrando en su librería de Notting Hill. Solo que yo no era Hugh Grant. Tampoco vivía en ese barrio de casas de colores. Ella si que tenía un aire a Julia Roberts. Muy elegante. Irresistible.

Esa mañana iba a ser especial, yo lo sabía. Por una especie de fuerza astral que me había obligado a levantarme de la cama con más ganas de lo normal y me forzaba a llenarme de harina para hacer el croissant más perfecto para Marta. Pero ese amanecer ella no apareció. Pasaron las seis, las siete. Comenzaban a llegar los clientes habituales menos madrugadores. Pero nada. Ni rastro de Marta. Me sentí casi como si me hubieran plantado en una cita muy esperada. Habría encontrado unos croissants mejores. O quizá un panadero más guapo, vete tú a saber.

Casi a la hora de cerrar, sonaron las campanillas que indicaban que alguien había entrado por la puerta de la panadería. Era ella.

- Hola, buenas noches... es muy tarde lo sé, lo siento. Me preguntaba si podría encargarte dos docenas de esos croissants tan buenos para mañana.

Siguió contándome su vida mientras yo apuntaba el pedido. Me dijo que era actriz (me hice el loco) y que los croissants eran para llevarlos al set de grabación. A la celebración del último día de rodaje, para que todo su equipo viese porqué llegaba tarde casi todos los días.

Mientras hablaba, no podía evitar quedarme embobado con cada tontería que decía. Me contó que iba a clases de yoga. También que se estaba leyendo un libro de no sé qué coach motivacional, que le estaba haciendo las madrugadas menos tediosas. Me comentó que era muy fan de mis croissants, que a sus compañeros les iban a encantar…

- ¿Qué te parece si voy yo mismo a llevarlos? Así no llegarás tarde, además no pasa nada porque cierre la panadería una mañana. Eres de las pocas clientas que tengo tan madrugadoras. Además, siempre he querido ver un set de grabación.

Quien no arriesga no gana.

- ¡Perfecto!

Cogió una servilleta y apuntó la dirección del set. Yo estaba que no me lo creía. En cuando salió por la puerta me puse manos a la obra. Estuve toda la noche horneando. Cuando llegaron las cinco, empaqueté todo y me dispuse a coger el metro. Línea 1.

No había dormido ni un solo minuto, no importaba. Lo único de lo que dependía mi vida en ese momento era en llevar las dos docenas de croissants. Bien horneados y espolvoreados de azúcar glass. Para Marta.

Cuando llegué me recibieron muy bien. Estaba a gusto. Ella actuaba de maravilla. Pasó toda la mañana y toda la tarde. Me trataron como un rey durante todo el día.

Llegó la hora de irse a casa y me ofrecí a acompañarla.

Era ya bien entrada la noche. Nos pasamos hablando todo el camino. De nuestra infancia y de nuestras familias. Del futuro y del pasado. Yo estaba disfrutando al máximo de ese presente con ella. Era maravillosa. El paseo se hizo eterno y corto a la vez. Me preguntaba como podía seguir estando tan guapa después de un día tan largo de trabajo.

No se cómo ni en qué momento, habíamos llegado hasta la puerta de la panadería. Entramos cuando era aún de noche. En lo que tardé en preparar los cafés había comenzado a amanecer. El sol ya entraba tímidamente por los cristales.

- Mi padre siempre decía que los amaneceres les pertenecen a los panaderos.

Dije, poniendo su sobre de sacarina sobre la mesa.

- Y de los amantes. El amanecer es para los amantes y los panaderos.

Se terminó su cortado y terminó de amanecer. “Hasta mañana”, dijo. Las campanillas de la puerta susurraron tras ella al salir. Fue la última vez que oí ese tintineo de una manera tan especial. Tan Marta.

No hubo más cortados con sacarina. No hubo más croissants. No hubo más hasta mañanas. Tampoco fui a ver su película. Ahora los amaneceres son solo míos. De un panadero. Sin amante. Sin Marta.

 
 
 

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