Noviembre 2029

¿Por qué aquí? Podría habérseme ocurrido cualquier otro sitio. Pero tenía que ser aquí, donde nos habíamos conocido. Recuerdo el primer noviembre, uno como este hace diez años.

Entonces, las tazas estarían tintineando en la cafetería al ritmo de una canción de los noventa. De esas que has escuchado cientos de veces, pero no te sabes ni el título ni el autor. Los alumnos estaríamos revoloteando alrededor de la entrada, café en mano y libros bajo el brazo. Algunos, rezagados llegando tarde (posiblemente yo entre ellos).

Al entrar compruebo que tengo razón, nada ha cambiado. Mis manos, trémulas como el primer día, se despojan de los guantes. Aquí, el otoño no es gris. Las paredes relucen, casi doradas. Las mismas plantas de siempre me reciben al entrar, varios centímetros más altas, eso sí. El mismo conserje, aunque los años hayan pasado por su rostro. La facultad donde había pasado los mejores años de mi vida me parece hoy una máquina del tiempo.

Escalofrío, ¿alguien ha entrado? Me giro y no es él. Decido esperar en la cafetería. Escojo la que un día fue NUESTRA mesa. Nos la habíamos ganado a base de muchos cafés y horas de conversación. Saco el libro que estoy leyendo como hubiera hecho años atrás, pero no lo leo. Paso la mirada por las mesas. Entre el bullicio del lugar solo puedo escuchar mi corazón. Pum, pum, pum. Hacía años que no nos veíamos, la facultad y yo, quiero decir. El lugar que un día había sentido mi casa estaba igual. Solo que quien había cambiado había sido yo. Está bien, puede que no esté hablando de la facultad.

- Siempre con un libro, pero, ¿Desde cuándo llegas pronto?

Tiemblo, ¿de frío?